Las crisis sociales y medioambientales de los últimos años, desde Grecia al Katrina, han demostrado que, solo construyendo espacios autónomos para garantizar las necesidades más inmediatas de la población, es posible conectar con los sectores más desfavorecidos para que se sumen a la construcción de una respuesta política. Esperar que el Estado vaya a solucionar los problemas de la clase trabajadora y los cada vez mayores sectores poblacionales “excedentes” es suicida y supone una pérdida de un tiempo precioso.
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